Se coló la hipocresía

Por alusiones.

Javier Marías Franco
Javier Marías
«Ocultar y Averiguar»
26/12/2010

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Sin embargo, yo sería más comedido a la hora de invitar al «engaño» sabido, que, reconozco, es el menor mal para hoy, pero mejorable si lo que nos traemos entre manos es mañana. Como usted bien dice, la hipocresía forma parte de nuestra educación y civilización, pero ello no debe legitimar su uso, pues a través del fingimiento de emociones, sensaciones y opiniones, no hacemos más que construir una red de relaciones falsas incapacitadas para la evolución: saber qué hago mal es imprescindible para pensarme si quiero intentar hacerlo bien. Estoy de acuerdo con la discreción —más que el secreto—, la diplomacia, la corrección, la asertividad, el tacto, la cortesía,  incluso el cumplido protocolario, como vehículos de relación; pero incluir en la lista a la hipocresía, por pequeña que parezca —yo juraría que se le coló—, me parece peligroso, innecesario, y como todas las mentiras, una pérdida de tiempo.

Su discurso cuenta con una premisa, que a mi parecer no debería ser contada, que es la de dar por hecho que no nos gusta saber cómo se nos piensa. Ciertamente es  esta una realidad incuestionable, pero ni plausible, ni eterna, por lo que yo, puesto a invitar, lo haría a  aprender a  escuchar lo que se cuece de nosotros, no con dicen, digos y diegos, sino con nuestros propios oídos —limpios de paja y polvo— y de la precisa boca que nos piensa, para después darle la importancia o el humor que, equivocadamente o no, cada letra se merezca.

Contar con la mentira como herramienta socializante nos lleva a lo que somos: una masa infantilizada e interesada, dispuesta a no crecer con tal de evitar alientos distintos a los de las abuelas que cada cual escogió como cojines parlanchines de su mullido sofá. Más que el miedo a estar sólo, es el miedo a encontrarse lo que nos hace fingir y ser fingidos, mentir y ser mentidos, convirtiendo las relaciones sociales —básicas para la educación colectiva— en una cuestión de rentabilidad e interés a corto plazo.

Mañana ya veremos —dijo el ciego.

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